sábado, 25 de junio de 2016
EDUCAR EN LA DIVERSIDAD
Las reformas educativas y la respuesta a la diversidad de necesidades educativas del
alumnado exigen nuevas competencias de los docentes que requieren acciones sostenidas
de formación. En todos los países se ha realizado un importante esfuerzo para capacitar y
actualizar a los docentes, sin embargo existe cierto consenso respecto a que la formación no
ha producido, en general, cambios significativos en la práctica de las aulas ni ha mejorado
la calidad de los aprendizajes1
. Algunas de las razones que pueden explicar esta situación
es que la formación suele ser de carácter puntual y en periodos muy cortos, no considera
las necesidades de los docentes y está en muchos casos desligada de la práctica. La
formación se concibe como un proceso externo al trabajo docente, sin recuperar ni analizar
la práctica de los educadores.
La mayoría de los docentes se han formado y siguen formándose desde una perspectiva
de la educación muy homogeneizadora, centrada en la transmisión de conocimientos
fragmentados. La formación inicial y en servicio de los docentes se caracteriza también
por una escasa relación con los problemas y situaciones que enfrentan los docentes en su
práctica cotidiana. Es decir, la formación no se articula en torno al desarrollo profesional de
los docentes en cuanto al rol y las funciones que han de desempeñar.
Enseñar es una profesión y un arte que requiere un aprendizaje permanente. Los
docentes han de ser “eternos aprendices”, ya que constantemente han de construir nuevos
conocimientos para resolver nuevas situaciones o problemas. Este es uno de los principios
que ha orientado la elaboración de estos materiales.
Desde hace ya algunos años ha habido una polémica importante respecto de sí los
docentes tienen que tener más conocimientos pedagógicos que académicos y viceversa.
Esta discusión no tiene mucho sentido porque ambos son necesarios; el sólo conocimiento
de las disciplinas no asegura que los alumnos aprendan, así como un buen método y
organización de la enseñanza o gestión del aula tampoco aseguran por sí mismos el
aprendizaje de los contenidos escolares. No obstante, la docencia es algo más complejo
que enseñar a aprender, por lo que la formación de los docentes habrá de promover las
siguientes competencias (Mauri, T 2002):
- Reconstruir críticamente el papel de la educación en la nueva sociedad del
conocimiento y de la información. Los docentes han de formarse tanto en el dominio
de los recursos de información como en habilidades sociales, cognitivas y lingüísticas
que les permitan adaptarse críticamente al cambio. La formación en valores éticos y
morales es también fundamental para contribuir a la igualdad de oportunidades y el
desarrollo de sociedades más justas.
- Trabajar en equipo con otros docentes y profesionales para elaborar un proyecto
educativo conjunto que de coherencia y continuidad a la acción educativa que cada
docente desarrolla en la institución educativa.
- Capacidad de innovar para mejorar la práctica a través de procesos de reflexión e
investigación de la propia acción. El aprendizaje de la práctica reflexiva requiere que
las actividades de formación de los docentes consideren las características de los
contextos en los que intervienen y los problemas reales que enfrentan en su práctica
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